ESPACIOS DE ARTE, MAYO, EXPOSICIÓN "LECTURAS"

Exposición “Lecturas”
Del 24 de abril al 18 de mayo
Galería Hermenegildo Bustos

Inauguración el 24 de abril a las 12:00 hrs.
Horario de exhibición: 10:00 a 14:30 y de 15:00 a 18:00 hrs.


Vicente Rojo
Festival Internacional El Callejón del Ruido

¿Rojo o romántico?
 Conocí a Vicente Rojo cuando ambos creíamos ser desdichados. Sólo que a él se le notaba más. Era el México mítico de los años sesenta, donde había que trabajar mucho para medio vivir, y si no nos quejábamos de la pobreza era porque no conocíamos nada mejor. Vicente se distinguía del resto de la pandilla por una austeridad monástica, por sus pocas palabras contundentes, por un inconformismo raro que no tenía sosiego, y una claustrofobia tan  declarada que a veces se le notaba a la intemperie.
No era fácil relacionar su complejidad con la pureza geométrica de sus cuadros, donde predominaban los azules celestes, los blancos invisibles, los amarillos laminados en espacios tan bruñidos que hasta el papel en que estaban pintados parecía de metal. Es decir: tanto el pintor en su vida, como sus cuadros en las suyas, parecían domados por un pudor que se empeñaba en estallar y no encontraba por dónde.
Sin embargo, detrás del lado huraño de Vicente Rojo se vislumbraba a veces una gota de humor ácido que no parecía suyo. Su radicalismo político, tan severo consigo mismo, se humanizaba ante ciertas debilidades ajenas. Por Navidades y fiestas de guardar dibujaba y regalaba a sus amigos unos dibujos de gatos socarrones que parecían pensados para ¬disipar cualquier sospecha de que fueran pintados por un hombre serio.
¿Cuál de los dos ha sido el verdadero Vicente Rojo en nuestras vidas?
Ambos, y sus amigos de siempre lo sabemos desde siempre. Pero quienes lo conocen menos estarán sorprendidos de algunos síntomas casi imperceptibles pero afortunados que parecen escapar por las fisuras de sus obras más recientes. Quiero decir: el rubor con que Vicente Rojo trató siempre de preservar su fuero interior, y su misma voluntad de pintar como en puntillas para no tropezar con el pudor, parecen decididas ahora a abrirle paso al romántico espléndido que siempre ha llevado dentro y que siempre se ha resistido a ser.
Gabriel García Márquez
Barcelona, 1999

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