ESPACIOS DE ARTE, 58 FERIA DEL LIBRO, ENCRUCIJADAS

Encrucijadas 
Del 08 al 18 de marzo, 2016
Galería Polivalente
Gráfica de Byron Brauchli
Universidad Veracruzana. Universidad invitada de honor


Lo atroz en el paisaje veracruzano: 
Ecología de la imagen de Byron Brauchli
No vemos las cosas tal como ellas son, 
las vemos tal como nosotros somos
Talmud

La primera forma de la esperanza es el miedo, 
el primer semblante de lo nuevo, el espanto.
Heiner Müller



Sus raíces son venas, nervios sus ramas, sus confusos follajes, pensamientos.
Octavio Paz, 
Árbol adentro

La mayor parte de las imágenes del paisaje veracruzano capturan la belleza de su rica diversidad. Playas, aves, montañas y su famoso Pico de Orizaba son parte de una rica iconografía que ha ido configurando las vistas de lo que conocemos como paisaje veracruzano. El proyecto de Byron Brauchli, Ecología de la imagen, nos revela un paisaje distinto: el paisaje asolado por el hombre. 
Si pensamos que Veracruz es uno de los estados con más peligros en su diversidad ambiental pues su flora y su fauna es una de las más depredadas, no podemos sino preguntarnos: ¿puede el arte hacer algo?, ¿cuál es su papel, si alguno, en la codificación de un paisaje amenazado?, ¿se debe seguir insistiendo en producir imágenes de prístina y serena belleza a pesar de la creciente deforestación y destrucción de bosques y selvas? Sabemos que el arte, ciertamente, no tiene la capacidad de transformar el mundo, pero sí de hacernos más conscientes y aguzar nuestra percepción para observar lo que pasa en él. Brauchli se propone con esta serie de imágenes ante ustedes, que veamos el paisaje con el azoro con que a él se le ha ido revelando en más de treinta años de fotografiar a México. Enamorado del paisaje de la sierra veracruzana, de Jalacingo y sus alrededores, inicia, hace más de 20 años, una serie que dialoga con la relación entre el paisaje y los procesos modernizadores, a la que apropiadamente titula Encrucijadas. Hoy, con las imágenes ante ustedes, ha regresado a esos lugares y puede constatar que los bosques se han talado para construir casas; los ríos anidan en basura; hay menos niebla, y los pueblos-ciudades tienen tantos problemas urbanos como las grandes metrópolis. Las bucólicas imágenes de borregos o vacas pastando son escasas, pues el campo ha sido abandonado. Ante estos hechos se preguntó: ¿cómo hablar de este ecocidio? 

Pregunta ética y estética. La devastación ecológica es una de las atrocidades más silenciosas e inenarrables pues generalmente no hay balas ni cuerpos mutilados; no vemos un rostro famélico que nos recuerde nuestros excesos ni grandes filas de personas buscando ser evacuadas. No todavía. Si quisiéramos poner una imagen a este drama silencioso enfrente de nosotros recurriríamos a las imágenes del cine, a una realidad virtual y estetizada, casi siempre fuera de nuestro territorio, como una manera de decir “les pasa a otros”. Entonces ¿cómo lograr que las imágenes hablen de nuestro entorno y nos interroguen? Una estrategia a la que han recurrido la mayoría de los fotógrafos, es documentar la existencia del paraíso antes de su destrucción. Brauchli ha escogido otro camino, uno menos trillado y lleno de riesgos, que lo emparenta con un grupo de artistas conscientes de la amenaza enfrente de nosotros. La mayoría de ellos pintores radicados en varias partes del mundo, y muchos fotógrafos documentalistas aprestados a codificar un paisaje apocalíptico. Ya que la fotografía, por tradición, descansa en una premisa de referencialidad, Byron no la elude. No pretende hacer paisajes ecológicos digitales, producto de su imaginación y manejo técnico. Parado sobre la realidad, la enfoca y la maneja estéticamente, ya que no olvida las exigencias y el rigor formal. Conocedor profundo de la historia de su medio de expresión, de las diferentes formas en que el paisaje se ha ido codificando como un género en la práctica fotográfica, Brauchli recupera las primeras técnicas en que las impresionantes vistas de las Rocallosas fueron fijadas, canibaliza sus contenidos estéticos y desplaza sus contenidos temáticos. 
El resultado está ante ustedes: un hibrido, bello pero atroz, que mira las representaciones del paisaje y las cuestiona formal y temáticamente. 

En efecto, en esta serie el espectador encuentra la toma de una vista de la naturaleza en un cálido tono que puede variar del sepia al negro. Si se mira detenidamente, hay un marco de relieve alrededor de la toma, el que deja la placa de cobre cuando el rodillo del tórculo pasa sobre ella. Esta intrusión en una toma fotográfica nos prepara y sabemos que estamos ante un objeto manipulado (moldeado por las manos), artificio que la foto regularmente oculta pues se pretende “objetiva”, es decir, sin mediación entre el objeto enfrente de la cámara y esta. Si al tono agregamos la textura que el rico papel de algodón ofrece, la sensación inmediata es la de estar ante unas exquisitas imágenes de museo. Su calidad de artefacto (hecho como objeto de arte) nos obliga a indagar “su hechura”, el medio en que se expresan, en este caso el heliograbado en cobre, proceso antiguo y delicado. Las ramas de árboles, los troncos recién cortados, la imagen que colma la página en tonos obsesivamente negros nos asfixia y nos obliga a desviar la vista. En ese momento nos asalta la pregunta: ¿qué está pasando en la imagen?, ¿qué veo y no distingo? Vuelvo a mirar. Reconozco árboles, montañas, sombras y luces, pero gradualmente, a medida que tomo conciencia, la belleza inicial que atrae la mirada se convierte en sorpresa y reaccionó con emoción. 
Duele que el tronco de “El pulpo”, viejo y aparentemente sano, haya sido cortado; duele contemplar que algunas de sus raíces persistan en hundirse en la tierra como un grito que clama su derecho a la vida, a pesar de que su falta de follaje afirme “estás muerto”. El sentimiento de indignación es atroz. El dolor es atroz. Semánticamente la palabra atrocidad es aplicada a los crímenes de guerra; al inútil dolor infligido a un ser humano por otro ser humano, pero creo que esa palabra es también apta para describir lo que pasa con el medio ambiente, pues lo que el hombre le causa es cruel, inhumano, injusto, por lo disparatado o equivocado, como lleva implícito en su definición la palabra atroz. Así, si desastre, como calamidad o catástrofe (las palabras usadas para referirse a la devastación ambiental) tienen un dejo de destino, de azar o de suerte en su significado, atroz, además de lo negro y ominoso que la palabra conjura y que Brauchli captura maravillosamente, le devuelve al hombre su justo lugar, activo y responsable, en ese orden de cosas. 

Dice Susan Sontag en su reflexión de las imágenes de la guerra que las historias, las narraciones, nos ayudan a comprender, pero las imágenes nos habitan como espectros. Si el estatuto indicial de la fotografía persiste, que sea para habitarnos y hacernos conscientes. Frente a los cielos despejados y claros de las fotos de paisajes, Byron Brauchli restaura los negros ominosos que desnaturalizan ese paisaje idílico. El proceso es gradual y nos obliga a adentrarnos morosamente en lo que nos presenta. Tantear sus posibilidades de sentido al tiempo que se descubren sus cualidades estéticas que la deliciosa técnica de impresión del heliograbado exige. Así, no solo identificamos hebras de la realidad también les tenemos que dar un sentido ético y estético. Sus imágenes no ofrecen una explicación sobre la devastación ambiental, mucho menos son una visión unívoca o total, se inscriben en la depredación del ambiente y a ella recurren para dar coherencia al discurso individual y estético que despliegan ante nosotros, pero en ese proceso, nuestra mirada cambia, se descentra de ese camino trillado al que la teníamos acostumbrada y este descentramiento modifica lo visible: el paisaje veracruzano y la forma de percibirlo, explicarlo y representarlo.

Dra. Leticia Mora Perdomo 
Instituto de Investigaciones Lingüístico Literarias
Universidad Veracruzana 

Encrucijadas: Segunda mirada
Byron Brauchli

En 1996, en colaboración con la Galería Sin Fronteras (Austin, Texas, EU), publiqué un portfolio de paisajes, Encrucijadas. Con el tema de la devastación del medio ambiente en los estados de Veracruz y Puebla, representó los cambios ecológicos que había visto desde mi primero contacto con la entidad en 1981 hasta la fecha de publicación. 

La carpeta, está impresa en heliograbado y paladio, técnica que me ha obsesionado desde que descubrí la carpeta del Strand sobre México cuando era un joven estudiante en Beaumont Newhall en Nuevo México, allá por finales de los setenta. 

  He continuado mis estudios y mis búsquedas, pero creo que mi madurez como artista plástico gira alrededor de los encuentros y desencuentros de los procesos alternativos en una era digital, de mi relación con mi país adoptivo, México, su paisaje y su gente, y de una intensa enseñanza tallerista en todo el país, lo que me ha permitido no solo afinar mi poética, sino experimentar, innovar y conocer.  
Como comento el reconocido crítico Lee Fontanella a propósito de Encrucijadas: “Las imágenes de la carpeta Encrucijadas, nos presentan inquietudes socio-políticas, ecológicas, morales y a veces religiosas (…)”.
Encrucijadas: Segunda mirada, es una carpeta que reúne entonces mis logros y mis compromisos, mis pasiones y mi suerte que quedó sellada cuando en busca de lo alternativo llegué a Xalapa a principios de los ochenta. Los resultados de estas imágenes incluyen una revisita a los sitios donde he trabajado desde 1981. Habla de cambios, de la observación de la secuela de efectos ambientales de las actividades que habían sido documentadas entonces. 
Las técnicas en las cuales están impresas, presenta a la vez, una disyunción entre forma de presentación (heliograbado) y el contenido de las imágenes, pues plantea el contraste entre la nostalgia que el formato de presentación conlleva y los resultados de una expansión industrial y consumista. 

Con esta intención en Encrucijadas: Segunda Mirada profundicé la veta estética de lo que comencé intuitivamente hace ya veintitantos años.

*Byron Brauchli (Boulder, CO. 1960). Fotógrafo y artista gráfico con énfasis en procesos fotográficos del siglo XIX. Es maestro en artes por la Universidad de Texas en Austin. Ha enseñado en instituciones como la Universidad de Texas en Austin, Texas State University, el Centro de la Imagen, El Centro de las Artes de San Agustín, Oaxaca, El Centro de las Artes de Salamanca, Guanajuato, y la Universidad Occidental de Bohemia, Pilsen, República Checa, entre otros. Actualmente trabaja en el Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana.
En 1996 la Galería Sin Fronteras publicó una carpeta de paisajes suyos de heliograbado e impresiones de paladio con el tema del medio ambiente en Veracruz. En este mismo año también recibió una beca del Fideicomiso para la Cultura México-EUA (Fonca, Fundación Rockefeller y Fundación Bancomer) para fotografiar la frontera México-Estados Unidos. Durante 1999 y 2000 recibió la beca Fulbright-García Robles para colaborar con el Instituto de Artes Plásticas de la Universidad Veracruzana, donde coordinó un diplomado en procesos alternativos. En 2007 fue seleccionado para participar en el proyecto “Migraciones”, auspiciado por el Fonca. En ese mismo año, la Universidad Veracruzana y la Universidad de Arizona coeditaron En la línea, fotografías de la frontera norte, un libro con algunos de sus fotografías de la frontera norte. Actualmente pertenece al Sistema Nacional de Creadores.

Con más de cien exposiciones individuales y colectivas, su obra se ha exhibido internacionalmente desde Argentina, Nueva Zelanda, Canadá, Estados Unidos y Serbia, en espacios como El Museo de Artes Plásticas, Houston, Texas, El Centro Fotográfico Creativo (Tucson, Arizona), y en galerías mexicanas como la Fototeca de Veracruz, El Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, entre otros. Su obra se encuentra en colecciones y acervos como: La Fototeca Nacional (Pachuca), The Center for Creative Photography, (Tucson, Arizona), El Museo de Artes Plásticas, Houston Texas, The Wittliff Gallery of Southwestern and Mexican Photography, (Texas State University, San Marcos, Texas), El Museo Snite, Universidad de Notre Dame, y la Fundación William Cuendet del Museo Jenisch, Vevey, Suiza., para citar los más destacados.

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