ARTES ESCÉNICAS, OCTUBRE - NOVIEMBRE, TEATRO UNIVERSITARIO

Teatro universitario  
31 de octubre, 02, 03 y 04 de noviembre, 19:30 hrs., Templo de San Sebastián, Pastita 
$80.00 general $40.00 comunidad universitaria e INAPAM 

Director: Hugo Gamba Briones “Don Juan Tenorio”
Sinopsis:
Don juan tenorio
Teatro universitario
Dirección de extensión cultural
Universidad de Guanajuato
Templo de San Sebastián, Calle Paseo Madero, Barrio de Pastita

Don juan es un personaje universal, constituye un tipo específico de hombre, ejemplifica un mito y –en cierta forma– personifica un héroe. 
Sus expresiones literarias son múltiples y repercutieron en otras áreas artísticas. Recordemos a tirso de molina, José zorrilla, Byron, moliere, pushkin, baudelaire, musset, hoffmann, Mozart, Strauss, merimée, dumas y Balzac, entre los creadores que abordaron a este singular personaje. Así mismo, los estudios y ensayos sobre don juan llenan bibliotecas. 
Don juan se hizo popular en nuestro medio por distintas circunstancias. Durante años el pueblo llenaba las salas de los teatros en el mes de noviembre para repasar sus desmanes, sus amoríos y su salvación, se disfrutaba el drama de zorrilla cuyos versos fáciles pero magistrales –a juicio de Darío– eran aprendidos de memoria. A esta popularidad contribuyó no sólo la trama de la historia, sino también los fantasiosos hechos que la rematan y son esenciales en su estructura. 
Pocos pueblos como el mexicano tan dispuestos a entretenerse, reflexionar o divertirse con los muertos. Cuando leemos las acotaciones de zorrilla para la escenificación de su obra, nos habla de esqueletos saliendo de sus tumbas, de calaveras que hablan, de seres que atraviesan las paredes y aceptan los convites a cenar, todo lo cual de inmediato remite algo familiar, apegado a nuestra tradición e idiosincrasia y que podría recordar cualquier ilustración de Guadalupe posada. 
Pero veamos con más detenimiento las causas del don juan de zorrilla, que junto con don quijote y la celestina representan tres de las obras literarias españolas más importantes de todos los tiempos. 
A este respecto podemos aventurarnos en varias tesis, donde quizá la más acertada sea aquella en la cual don juan personaliza el poder, no el poder civil de la autoridad, sino el poder personal. Don juan hace lo que quiere actuando siempre con denuedo y con cinismo, es un burlador porque puede serlo, es un osado que no elude las consecuencias de sus actos, vive plenamente sus impulsos, para lo cual ha roto con todas sus reglas morales y legales. 
La época y el lugar del don juan de zorrilla no ofrecen un orden normativo del todo identificable. El exceso de mando, de escrúpulos religiosos, de cortapisas, de tabúes y de intocables, genera una atmósfera tanto pesada como chocante que invita a contrariarla, se produce por reacción un impulso de cambio, de romper ligas, mandamientos y reglas. Don juan  logra a la perfección romper con todo, incluso la relación con su padre. 
Hay en ello algo que a la gente complace: a los triunfadores lo siguen las multitudes. Desde las primeras escenas se aprecian tales características por la manera en que don juan y don Luis mejía exponen sus fechorías en una taberna de mala fama. Don Luis es también un bribón, pero no se acentúa con la autenticidad desinteresada de don juan, él está dispuesto a casarse con doña Ana de Pantoja por pura conveniencia: “mujer muy rica me dan” dice y con ello espera convertirse en señor respetable y acomodado. En cambio, cuando don juan roba a doña Inés, no lo mueve ni el dinero ni la comodidad, sino sólo la aventura, aunque esta última –tema central de la obra– le resulta bien diferente a las vividas anteriormente. 
En realidad don juan nunca ha conocido el amor, sólo su lado erótico, pero repentinamente sufre un percance con el cual no contaba: enamorarse de doña Inés.  

Los comentaristas no explican cómo se da este súbito enamoramiento que, por lo demás, se encuentra en la línea de las grandes tragedias amorosas donde la simple aproximación, el leve contacto, el presentimiento, operan la fascinación. 
Este amor de don juan empieza a manifestarse desde que Brígida describe a Inés con fidelidad, no se perciben los motivos claramente lúbricos vistos en otras obras de este mismo tipo. En la tragedia de Calixto y Melibea, por ejemplo, es imposible negar la fuerza de una franca atracción sexual superpuesta a un amor puro. El amor aquí es sólo deseo y Calixto busca simplemente su deleite, según él mismo lo declara sin rodeos, mientras Melibea es físicamente generosa, de pechos altos, labios gruesos y sensuales. 
Don juan, antes de su encuentro con doña Inés, ha explorado ya todas las veredas del erotismo y ha burlado mujeres a placer. En el ensayo del escritor español Gregorio marañón sobre el donjuanismo, se ostenta la hipótesis de un indiferenciado, un intersexual, formado a partir de sus aventuras amorosas y su inestabilidad frente a la mujer. Pero esta teoría se debilita ante el surgimiento de un personaje que marañón no quiso tomar en cuenta: doña Inés. 
En tirso de molina, todas las conquistas de don juan se ofrecen como parte inherente del drama, mientras zorrilla las da por pasadas y vistas para concentrarse en la contraria, en la conquista de la mujer sobre el hombre, en el nítido mandato de Inés sobre la voluntad errática y aventurera de don juan. Llega, por fin, a la fijación diferenciada, al amor que ignoraba y había esquivado siempre con petulancia, el cual llega por la inesperada vía de la ternura. 
La figura de doña Inés es una de las más bellas y convincentes, su candidez es clara, pero también lo es su fuerza. Siempre bondadosa y casta, Inés representa una disposición de amar tan limpia y tan sólida que el donjuanismo de su raptor queda pronto aniquilado; en la famosa escena de la quinta de don juan, la mutación se desarrolla sin obstáculos. Ni don Gonzalo, padre de doña Inés, ni don Luis mejía lo creen. Ambos son ofendidos y no pretenden perdonar toda una vida de agravios de don juan a pesar de la sincera postura de éste para enmendar su vida, llegan a suponer, incluso, que sus ruegos son señales de cobardía, por lo cual le acorralan, lo juzgan, no le dan salida. 
Después de transcurridos varios años don juan vuelve a la ciudad convertido en hombre maduro. El drama entra a uno de sus mejores momentos, el enfrentamiento con la muerte, o más bien, el enfrentamiento con los muertos, que es diferente. Don juan no hubiese dejado huella entre nosotros si no fuese por esta fusión de la leyenda del burlador con la leyenda de los muertos.  
Mucho se ha escrito sobre la familiaridad de nuestros pueblos con la muerte, con la calavera. Se halla fuera de duda que una de las concepciones fundamentales del mundo precortesiano es la idea de inmortalidad: la vida no puede desaparecer del todo y surge varias veces en formas distintas. Uno de los atributos del dios Huitzilopochtli es el colibrí, que cuando la naturaleza reverdece recobra sus plumas, despierta y vuela. Por su parte coatlicue no sólo es la gran destructora, quien en innumerables representaciones aparece con la calavera, sino también es la gran paridora. Al final, todo vuelve a nacer y todo permanece, dioses y hombres.  

En la filosofía precortesiana la hora del nacimiento se llama también la hora de la muerte, Sahagún afirma que conforme a tales concepciones no se moría, sino se despertaba de un sueño, no se perecía, se empezaba a vivir. El tratamiento al muerto no difiere gran cosa del tratamiento al vivo. 
No había en esto gran diferencia con las creencias y costumbres españolas. Todavía en el siglo xvi, en algunas regiones de la península, se celebraba la “fiesta” de muertos con ruidosos banquetes dentro de las iglesias, en cuyos altares se ponían viandas y vino, se comía y se libaba por los muertos y con los muertos. 
Viejos romances en España y corridos en México nos hablaban de estos convites más o menos sacrílegos: 

“en el medio del camino 
Encontró una calavera. 
Mirábale muy mirada 
Y un gran puntapié te diera. 
Arañaba los dientes 
Como si ella se riera. 
Calavera yo te brindo 
Esta noche mi fiesta”. 

He aquí, quizá, la reflexión final y posiblemente más importante sobre don juan: la relativa a “su razón”. Más que un ateo, don juan es un agnóstico, no sufre los conflictos del blasfemo ni las agonías del desesperado, nunca aparece en él la tentación del suicidio como desenlace de la absurda existencia del escéptico. 
De aquella claridad vital que lo condujo al gozo de sus sentidos, pasa a la segunda y definitiva lucidez proporcionada por el inmortal amor de doña Inés, por el cual desemboca en la contrición y a la salvación. 
Puede parecer muy poco expiatorio el final del personaje de zorrilla, aunque, tal vez después de perder a Inés, los años que pasa sin tenerla a su lado pudieran representar el más duro castigo para don juan.

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