ESPACIOS DE ARTE, IMÁGENES DE SIEMPRE

Imágenes de Siempre
Pintura de Arturo Joel Padilla Urenda
Galería Hermenegildo Bustos
Del 17 de febrero al 06 de marzo 

Los artistas plásticos, imagino, cuando se deciden a realizar un proyecto pictórico piensan, con todas las dudas o certezas que se tengan al respecto, en el tema primero y en la técnica después, o viceversa; aunque no dejo de lado la posibilidad de que puedan tomar una decisión en el momento mismo del inicio de un nuevo trabajo. ¿Qué cruzó antes por su mente? ¿Cómo saber cuál es la palabra Eureka qué escuchan para que les brille la mirada y ellos mismos se digan: manos a la obra-literaria y metafóricamente hablando. En poesía, dicen los que saben de estas cosas, que fondo es forma. ¿Será lo mismo para la pintura?  ¿Cómo dirimir si una obra obtendrá mejores resultados estéticos con una técnica o con otra? ¿Es un albur decirlo? ¿O es una apuesta que vale la pena intentar? ¿No habrá arrepentimientos después?

Todas estas especulaciones- y otras que ahora no escribo- vienen a mi mente después de conocer la obra que el maestro Joel Padilla presenta en esta ocasión. También debo decir que fijé mi curiosidad con mayor detenimiento en sus cuadros, ya que la técnica que eligió para todos los trabajos, a la encáustica y con pura espátula, es un método que por la laboriosidad y paciencia que requieren para su realización llega a ser un impedimento para que sea seleccionada por otros artistas en la práctica de su expresión –ahora recuerdo, de los últimos años, una extraordinaria exposición del pintor Carlos Pellicer López con esta técnica.

Estas obras están tocadas, tangencialmente, por un bagaje histórico que Padilla quiso traer a nuestros días, que nos habla de un reconocimiento personal. Los pintores que se respetan no temen que se les emparienten con un glorioso pasado, siempre y cuando con sus obras lleguen al final a su propio camino y consigan airosamente su objetivo.

Arturo Joel Padilla nos demuestra en estas obras, además de su conocimiento teórico, su madurez en la práctica y su destreza técnica. Los temas de esta exposición son variados, pero no como una separación o un rompimiento propositivo, sino como una consecución de unidades para conformar un todo. Por ello de pronto admiramos un cuadro en el que un grupo de mujeres, de las que han dado en llamar “del pueblo” –ignoro por qué – se reúnen para lavar la ropa en un sitio construido exprofeso, en otro un racimo del sexo femenino, de una clase social, al parecer más acomodada, danza con libertad, no en un estudio ni en una sala de baile – como en las obras de Degas– sino al aire libre, con un paisaje como fondo; en otro, varias personas del sexo femenino –como casi siempre en esta producción–, con sombrillas y pasos ágiles y movimientos sutiles, se guarecen con una imagen que, aunque con otra vestimenta, nos recuerda los famosos paraguas de Cherburgo. No falta un sobrio pero ciertísimo paisaje de esta región –la de Guanajuato–con sus cambios pictóricos y formas pronunciadas, un vistoso y rozagante florero con sus colores magistrales y su contrapeso formal iluminan con un poco de color con brisa, dijera Carlos Pellicer, la estancia, no física sino la interna, la del alma.

Dionicio Morales

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