ESPACIOS DE ARTE, FORMAS EN LIBERTAD

Tomás Chávez Morado, el maestro escultor
Ma. de Jesús Vázquez Figueroa

Hacía mucho tiempo que había perdido parte de su capacidad auditiva después de pasar agotadoras jornadas escuchando el golpeteo del martillo contra  el cincel, pero ante la imposibilidad de seguir esculpiendo por casi haber perdido la vista, sin haber dejado una sola obra inconclusa, en agosto de 1999 Tomás Chávez Morado cerró de manera oficial su taller de escultor; sin proponérselo, también concluyó el ciclo de vida artística de uno de los escultores más fecundos y representativos del arte mexicano del siglo XX.

El maestro Tomás Chávez Morado nació en la ciudad de Silao el 29 de diciembre de 1914 (seis meses después de Efraín Huerta), en una casa ubicada enfrente del entonces cuartel de las fuerzas federales. Él junto con sus hermanos José, Gabriel y Salvador quedaron huérfanos de madre en 1918, pues doña Luz Morado cayó víctima de la gripe española. Este hecho marcó su vida personal y artística, por lo que en su obra hay una presencia constante de la mujer y de la mujer como madre.

De su infancia en Silao, se conserva una fotografía de Tomás tras el mostrador de la tienda y vinatería «El siglo XX» acompañado de uno de sus hermanos y una sus tías paternas. En ese entonces todo apuntaba a que iba a ser un próspero comerciante como su padre, sin embargo, se marchó a la Ciudad de México donde estudió la secundaria e inició el desarrollo de su vocación de maestro escultor.

En México, luego de visitar la Sala de Monolitos del Museo de Arqueología y estar frente a la Coatlicue reafirmó su compromiso personal con la escultura, vocación que se anunció a través de dos acontecimientos definitivos: en el primero, el niño Tomás quedó maravillado al observar a un artesano haciendo figuras de cera y brea. En el segundo, ya en la Capital, encontró un artesano que lo convidó a hacer unas cabezas de madera, y como solía decir, desde entonces no había parado de esculpir.

En la ciudad de México, en pleno auge de la escuela muralista, conoce la obra de Diego Rivera en el edificio de la Secretaría de Educación Pública, entra en contacto con Leopoldo Méndez y Pablo O´Higgins miembros del Taller de la Gráfica Popular, así como forma parte del grupo que integraban los jóvenes Raúl Anguiano, Jorge Olvera, Manuel Ayala e Isidoro Ocampo, todos ellos, más adelante, artistas plásticos de gran trascendencia.

A partir del año de 1936, con la preparación que obtiene en el Centro Popular de Pintura de Nonoalco, Tomás Chávez inicia su labor docente en distintas escuelas oficiales de la Ciudad de México, y en 1940, ante la perspectiva de lograr un cambio genuino en el país, marcha comisionado a dirigir un internado indígena a la Sierra Tarahumara. Su experiencia en la sierra de Chihuahua le dejó una honda huella por haber entrado en contacto con la miseria de los indígenas,la belleza de las raramuris, la actitud mezquina de los mestizos y la majestuosidad de la serranía.

Al regresar al Distrito Federal ingresó a la Escuela Normal Superior para estudiar la carrera de maestro de artes plásticas, de la que egresó en 1948, y por la misma época entró a trabajar en la Sección de Museografía del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Aunque Tomás Chávez reconocía que no era diestro para la gráfica, durante el periodo en que Fernando Gamboa dirigió el INBA, colaboró con este funcionario en el rescate de la obra de José Guadalupe Posada.
Dentro del INBA también formó parte del cuerpo docente de la Escuela de Integración Plástica como profesor de escultura. En una entrevista que le hicieran acerca de su labor docente en esta institución educativa enfatizó que:

«…Al alumno se le respeta su personalidad y sus ideas plásticas, se discute con ellos, se le da a conocer nuestras corrientes artísticas, nuestras tradiciones y se le entera de todas las corrientes escultóricas que hoy fluyen y confluyen sobre México…» .

En 1954 participó en la exposición colectiva Cincuenta Jóvenes  Artistas Mexicanos, que tuvo lugar en el Salón de la Plástica Mexicana. A partir de entonces las invitaciones a exponer no se hicieron esperar, y su obra de pequeño formato, que denominaba diversiones también fue muy bien cotizada y pasó a formar parte de diversas colecciones particulares, aunque su primera exposición individual tuvo lugar en el Salón de la Plástica Mexicana en 1957, donde toda la obra expuesta fue adquirida por diversos coleccionistas.
Con su hermano José colabora de 1958 a 1960 ejecutando los relieves del friso intitulado Evolución y futuro de la ciencia médica en México en el Centro Médico Nacional y el vaciado de la puerta del Museo del Caracol en Chapultepec, que lleva como título Componentes raciales y culturales del México moderno. En 1964, con un guion histórico de Jaime Torres Bodet, de nueva cuenta Tomás Chávez junto a su  hermano elaboran del Paraguas Imagen de México del Museo Nacional de Antropología, además de ser el encargado de esculpir el escudo de la fachada.

Por otra parte, para señalar el paso de la ruta de la Independencia, en el año de 1960 al conmemorarse el 150 Aniversario de inicio de esta gesta, el maestro Tomás Chávez Morado diseñó la cabeza de águila que simbolizó esa conmemoración, así como coordinó el vaciado en cemento de 260 de estos monumentos, que con el tiempo fueron arrumbados o simplemente destruidos por falta de conocimiento del proceso histórico que pretendían celebrar.

En el estado de Guanajuato realizó diversas obras, entre otras: el Monumento a la Victoria de los Liberales contra los Conservadores en Silao (1960), en Ciudad Manuel Doblado el busto de este notable personaje, en Acámbaro el Homenaje del Pueblo: Monumento al Padre Hidalgo (1960);en el Recinto de los Héroes del Museo Regional de Guanajuato los mascarones de Jiménez y Guerrero. Como solía decir que no le preguntaran cuántas obras había realizado, eran muchas y no las recordaba todas.
En este sentido, su estilo escultórico monumental lo han querido descalificar alegando un gran ascendente del realismo socialista. Lo cierto es que la única relación que tuvo con esta corriente artística fue el rigor técnico desplegado en la realización de las esculturas; fuera de eso, las fuentes de donde abreva son las esculturas prehispánicas que conoció de manera cercana como la Coatlicue o las cabezas de águila copiosamente representadas en Teotihuacán y las esculturas mexicas. Asimismo, como ya mencionamos hay una temática recurrente: la mujer como madre que acuna y protege a sus hijos y como protagonista de la vida cotidiana. Todos estos elementos pueden apreciarse obras como Escarmenándose (1957), Imploración (1959), Niña con gato (1977), Niño hambriento (1981), Jubilados (1984), Vendedora de alcatraces (1985), Las matronas (1987) o El Sirenito también mama (1998), entre otras.

En 1967, después de jubilarse, eligió la ciudad de Guanajuato como lugar de residencia. En  el barrio de Pastita, estableció su hogar, montó su taller y labraba una pequeña parcela. Su idea era tranquilamente continuar su labor creativa, pero no fue posible pasar desapercibido en la sociedad guanajuatense que al enterarse que vivía en esta ciudad lo buscan para invitarlo a exposiciones, concursos, muestras y eventos diversos.

Una vez en Guanajuato, continuaron los pedidos de obra en pequeño, gran y monumental formato. Es así como en 1974 realizó el conjunto escultórico dedicado a Alonso García Bravo, el primer urbanista de la Ciudad de México, así como unas grandes puertas de madera para el Parque Nacional de Nikko en Japón, obra que colaboraron algunos de sus alumnos de la Universidad de Guanajuato.
En la Universidad de Guanajuato reanudó su labor docente en 1985 como profesor de escultura de la Escuela de Artes Plásticas, con la condición que las clases tuvieran lugar en su taller, porque la esa institución no contaba con las instalaciones apropiadas.

Sus alumnos lo recuerdan siempre muy disciplinado, con un gran sentido del orden: en el taller todo debía estar en su lugar, al término de la clase las herramientas debían limpiarse y colocarse en su lugar; no se permitía comer, tomar café o fumar. Pero también comentan que era un profesor que no tenía secretos, que los estimulaba para que expusieran y que no le temieran a la crítica. De ahí que a partir de que él asumió la cátedra de escultura, tuvieron lugar varias exposiciones de esta disciplina artística.
De 1990 a 1993  asumió la Dirección de la Escuela de Arte Plásticas, en su gestión se aprobó la Licenciatura en Artes Plásticas, se hicieron varias mejoras a las instalaciones de la Escuela. Aunque tenía el cargo directivo, no descuidó las clases en su taller, organizó su tiempo entre la docencia y la Dirección de la Escuela.

Al concluir su cargo como directivo, continuó su labor decente fueron años de gran actividad para el maestro, se le hicieron exposiciones homenaje, para las cuales realizó una serie de  relieves con temas marinos, piezas de gran movimiento, en donde mostró su sentido del humor. Sus discípulos de ese tiempo comentan que les encomendó que hicieran trabajos con estos tópicos. Al respecto, el maestro Tomás  llegó a comentar que «los peces le gustaban por su belleza, por su movimiento y porque eran muy sabrosos».
Como colofón de su carrera, donó varias esculturas de su autoría para el Museo José y Tomás Chávez Morado el cual inaugura junto con su hermano José, el 22 de noviembre de 1999.  Este recinto es el legado de estos dos grandes de la plástica nacional a su entrañable Silao.

Por último, de no ser porque casi perdió la vista, el maestro hubiera esculpido hasta el  21 de diciembre de 2001 fecha en que murió y fue sepultado al lado de su amada madre Luz Morado Cabrera.

Termino  esta  charla agradeciendo el apoyo de las Sras. María Guadalupe Anguiano de Chávez y Marcela Chávez Anguiano, esposa e hija del Mtro. Tomás Chávez Morado, quienes me permitieron acceder al archivo personal del artista. A través de esta consulta a sus documentos personales, oficiales, fotográficos y hemerográficos, reconocí al escultor, al maestro y  al personaje entrañable.

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